viernes, 15 de abril de 2016

Clase 4: Concentración, opinión pública y manipulación

EL CONCEPTO DE “MANIPULACIÓN”

De acuerdo a los materiales antes citados, la manipulación supone, instuitivamente, la concurrencia de los siguientes fenómenos sociales:
1) La existencia de un monopolio de la comunicación y, sobre todo, de un sistema de medfios por el cual una minoría burocratizada de especialistas operan como emisores de mensajes destinados a una mayoría muy amplia de receptores.
2) Una instrumentación de mensajes, por parte de dichos emisores, destinada a favorecer los intereses de grupo o de clase de los primeros en contra de los intereses de la mayoría receptora y de la comunidad en su conjunto.
3) En la medida que la manipulación es eficaz, se produciría la aceptación por parte de los individuos sometidos a ella de valores, opiniones, mitos o estereotipos sociales que están en contradicción con sus necesidades individuales o de clase. En este sentido, el individuo manipulado “debe creer” que las opiniones que se le han impuesto, por vía de los medios, son suyas y, por ende, permanecer inconsciente del proceso que ha sufrido.
4) La conducta del emisor debe ser deliberada y sistemática. La manipulación, según viéramos, no es el producto de una difusión de ideologías del emisor sino una instrumentación deliberada de la interioridad de los receptores.
5) Los mensajes de los manipuladores, en función de lo ya indicado, deben apelar a la irracionalidad del receptor, o bien ser lógicamente coherentes pero basado en informaciones incompletas o falsas. Si estos mensajes fueran racionales u “objetivos” (en el sentido estrecho del término), difícilmente lograrían los fines perseguidos por sus emisores ya que éstos, por definición, se oponen a los intereses de los que han de recibirlos. Desde un punto de vista lógico formal estos mensajes deben ser, por ende, “mentirosos”, inclusive para el emisor.



La opinión pública no existe - Pierre Bourdieu

Quisiera señalar, en primer lugar, que mi propósito no es denunciar de manera mecánica y fácil
las encuestas de opinión, sino proceder a un análisis riguroso de su funcionamiento y sus
funciones. Lo que implica que se cuestionen los tres postulados que implícitamente suponen.
Toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o, en otras
palabras, que la producción de una opinión está al alcance de todos. Aun a riesgo de contrariar un
sentimiento ingenuamente democrático, pondré en duda este primer postulado. Segundo
postulado: se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso. Pienso que se puede
demostrar que no hay nada de esto y que el hecho de acumular opiniones que no tienen en
absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos desprovistos de sentido. Tercer postulado
implícito: en el simple hecho de plantearle la misma pregunta a todo el mundo se halla implicada
la hipótesis de que hay un consenso sobre los problemas, entre otras palabras, que hay un acuerdo
sobre las preguntas que vale la pena plantear. Estos tres postulados implican, me parece, toda una
serie de distorsiones que se observan incluso cuando se cumplen todas las condiciones del rigor
metodológico en la recogida y análisis de los datos.
A menudo se le hacen reproches técnicos a las encuestas de opinión. Por ejemplo, se cuestiona la
representatividad de las muestras. Pienso que, en el estado actual de los medios utilizados por las
empresas que realizan encuestas, la objeción apenas tiene fundamento. También se les reprocha el
hacer preguntas sesgadas o, más bien, el sesgar las preguntas en su formulación: esto ya es más
cierto y muchas veces se condiciona la respuesta mediante la forma de hacer la pregunta. Así, por
ejemplo, transgrediendo el precepto elemental de la construcción de un cuestionario que exige
que se les "dé sus oportunidades" a todas las respuestas posibles, frecuentemente se omite en las
preguntas o en las respuestas propuestas una de las opciones posibles, o incluso se propone varias
veces la misma opción bajo formulaciones diferentes. Hay toda clase de sesgos de este tipo y
sería interesante preguntarse por las condiciones sociales de aparición de estos sesgos. En muchos
casos se deben a las condiciones en las que trabajan las personas que producen los cuestionarios.
Pero, sobre todo, se deben al hecho de que las problemáticas que fabrican los institutos de opinión
están subordinadas a una demanda de tipo particular. Así, cuando emprendimos el análisis de una
gran encuesta nacional sobre la opinión de los franceses respecto al sistema de enseñanza,
extrajimos de los archivos de una serie de gabinetes de estudios las preguntas referentes a la
enseñanza. Esto nos permitió constatar que desde mayo de 1968 se habían planteado más de
doscientas preguntas sobre el sistema de enseñanza, frente a menos de veinte entre 1960 y 1968.
Eso significa que las problemáticas que se le imponen a este tipo de organismos están
profundamente ligadas a la coyuntura y dominadas por un tipo determinado de demanda social.
La cuestión de la enseñanza, por ejemplo, sólo puede ser planteada por un instituto de opinión
pública cuando se convierte en problema político. Se ve enseguida la diferencia que separa a estas
instituciones de los centros de investigación que generan sus problemáticas, si no en un universo
puro, en todo caso con una distancia mucho mayor respecto a la demanda social en su forma
directa en inmediata.
Un análisis estadístico sumario de las preguntas planteadas nos puso de manifiesto que la inmensa
mayoría estaban directamente vinculadas a las preocupaciones políticas del "personal político". Si
nos entretuviéramos esta tarde jugando a los papelitos y si yo les dijera que escribieran las cinco
cuestiones que les parecen más importantes en el tema de la enseñanza, seguramente
obtendríamos una lista muy diferente de la que obtenemos al sacar las preguntas que fueron
efectivamente planteadas por las encuestas de opinión. La pregunta: "¿Hay que introducir la
política en los institutos"? (o variantes de la misma) se hizo muy a menudo, mientras que la
pregunta: "¿Hay que modificar los programas?" o "¿Hay que modificar el modo de transmisión de
los contenidos?" apenas se planteó. Lo mismo con "¿Hay que reciclar a los docentes?" Preguntas
que son muy importantes, al menos desde otra perspectiva.
Las problemáticas que proponen las encuestas de opinión están subordinadas a intereses políticos,
y esto pesa enormemente tanto sobre la significación de las respuestas como sobre la
significación que se le confiere a la publicación de los resultados. La encuesta de opinión es, en el
estado actual, un instrumento de acción política; su función más importante consiste, quizá, en
imponer la ilusión de que existe una opinión pública como sumatoria puramente aditiva de
opiniones individuales; en imponer la idea de que existe algo que sería como la media de las
opiniones o la opinión media. La "opinión pública" que aparece en las primeras páginas de los
periódicos en forma de porcentajes (el 60% de los franceses están a favor de...), esta opinión
pública es un simple y puro artefacto cuya función es disimular que el estado de la opinión en un
momento dado es un sistema de fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más inadecuado para
representar el estado de la opinión que un porcentaje.





Clase 3: Los medios de comunicación